De nada vale pensar cómo se vive si no se está dispuesto a vivir como se piensa. Aunque funcionamos unidos a un sentimiento de identidad y a un derecho de autodeterminación que son inalienables, la vida de uno es demasiado poco como para que uno le dedique, por completo, su vida. Vivimos "cableados" con las personas que son "copropietarias" del entorno afectivo que consideramos nuestro.