Lo que llamamos destino y fatalidad no designa otra cosa que la inmanencia de lo real. De ahà que la relación más directa de la conciencia con lo real sea de pura y simple ignorancia. Por eso cuando lo real se asoma, inesperada e insólitamente, produce terror; pero también gozo, alegrÃa, como la que se experimenta con la música, cuya misteriosa autosuficiencia se traduce en el júbilo de todo aquel que es poseÃdo por ella, el mismo júbilo del que asume la realidad tal y como se le presenta, es decir, de aquél que se sabe poseÃdo por lo real, sin posibilidad de escapatoria.