Ella destaca en su club como una joya, virgen e intocable, en un mundo al que claramente no pertenece. AtraÃda por su inocencia, todos los hombres quieren aprovecharse de ella, pero solo él puede tocarla. Él la convirtió en su sumisa privada; sintió sus miedos y reconoció el deseo de su mirada y sabÃa perfectamente que ella no se irÃa hasta que él no la poseyera. Ella no tenÃa ninguna necesidad de conocer sus secretos, hasta que él la tuvo bajo su dominio total.
En el momento en el que é le dijo lo que realmente querÃa, ella simplemente no se pudo resistir. Su instinto le decÃa que se alejara, pero su corazón le decÃa que se quedara y que descubriera la delgada lÃnea que separa el placer del dolor. Ahora solo le queda rezar para que él no termine por destruirla.