Introducción1. Saber que no sabes Yambo, bwana El problema de usar en India la mano izquierda El complejo de ser europeos La teta de la vaca Té, pan y aceitunas o un simple vaso de agua Un pañuelo, un mundo2. Un mundo de carencias La libertad de no necesitar Columpios de arena Parabólicas a plazos en Brasil El hambre y otras catástrofes Siempre hay alguien más pobre que tú Escala de grises3. El talón de Aquiles del desarrollo El valor terapéutico de un abrazo Salud comunitaria y horizontal La clave, las personas4. Doblemente malditos Sordos en Marruecos, ciegos en Mozambique Nacer sin protección5. La desgracia de nacer mujer Asfixiadas con polvo de arroz Las correas de transmisión del cambio Luchar el doble6. La educación es la puerta del cambio El uniforme para la igualdad Aulas de caucho que desafían a los tanques El cuaderno de Luzia Solo con educación no basta7. Solidaridad, política y justicia La dignidad de los Sin Tierra David contra Goliat8. Felicidad y pobreza: entre el mito y la realidad La sordidez del slum Un paraíso que huele a pescado Niños que esnifan pegamento o empuñan un fusil Sueños pequeños9. Dar la caña... y dejarles pescar a su manera Un proyecto para un milagro Cuestión de dinero, cuestión de personas Nuevas ideas para un mundo nuevo No me salves, que ya me salvo yo No es caridad, idiota, es justicia10. Seguir plantando columpios en el desierto Optimismos razonables... ... que enseñan a soñarLecturas para ampliar horizontes
La vida es en sí una inmensa paradoja. Por eso no estamos libres de contradicciones, y este libro seguramente recoja unas cuantas entre sus humildes conclusiones. Pero cada una de ellas nace de la honestidad a partir de la experiencia inigualable de poder mirar a los ojos a quien sufre, a quien lucha, a quien sueña. Otra condición imprescindible para conocer de verdad la realidad del otro: mirar, palpar, oler, compartir la comida y las lágrimas.En la época de los mayores avances científicos y tecnológicos, que antes solo creímos que pertenecieran a la ciencia-ficción, no podemos permitirnos el lujo de creer que es imposible acabar con la pobreza, desterrar el analfabetismo o impedir que un solo ser humano en el mundo muera de hambre. Sí, muchos nos llamarán utópicos de forma despectiva por decir esto, pero, ¡ay de aquellos que lo sientan como un insulto! Porque como también dijo Galeano: «Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos».
