Verónica Lezana Gil de muro, ha acertado casi visceralmente con el lenguaje más preciso y desahogado para decirse a sí misma, paso a paso, cómo se le convirtió en una amenaza seria aquel proceso que empezó sin fecha fija casi como una experiencia dietética. Fue mucho más que eso. La autora sabe ahora que lo de la anorexia es, sobre todo, un proceso interior en que pelean a muerte dos tendencias huamanas: ella y "la otra": esa criatura sibilina que se ha instalado en la entraña de la autora y que pretende reclamar desde ahí unos derechos que nadie le concedió, pero de los que ella se ha aprovechado para exigirles un máximo rendimiento. El libro es la descripción dramática de esa experiencia. La autora sirve con una gran generosidad ese plato frío.
