La crisis de la autoridad y la obediencia religiosa hace necesaria una refundación de la vida consagrada, en especial del modo en que se guía la comunidad. Hace falta un superior o una superiora (la espontaneidad asamblearia y el laissez faire son letales), pero el estilo debe ser totalmente nuevo, fruto de la creatividad. La profunda crisis que ha dañado las relaciones entre autoridad y obediencia está arribando ahora a un puerto del que habrá de zarpar de nuevo. Todavía queda mucho camino por recorrer, pero ahora sabemos en qué sentido hay que caminar (de la Presentación del editor).