Me considero afortunado. No he podido dejar de ser un testimonio de mi tiempo y de las cosas que he presenciado. Fenómenos como el movimiento por la libertad sexual y la lucha por los derechos humanos, entre otros, han estado en el centro de mis curiosidades, así como la llamada "muerte de las ideologías" (para felicidad y gusto de todos los que disfrutan del poder económico y político). El único enemigo de estas páginas es una gran falta de memoria. Mi memoria era el arma más apreciada por mis amigos y la más detestada por mis enemigos. En este llegar a los setenta años me siento como una pavesa inmóvil, con una capacidad mínima de reavivarse. Lo que aquí recuerde no será sino un pálido reflejo de las vivencias y presencias tenidas.