La poesÃa de César Simón (Valencia, 1932), de dicción ajustada, áspera casi, precisa en sus más abstrusas elucubraciones y poco amiga del adorno, suele despojarse de la anécdota ?o reducirla a cuatro trazos? para concentrarse en lo que de verdad le interesa, que es auscultar la respiración honda de la carne, el latido solemne del universo. El objetivo último de estos versos no es el conocimiento racional de la realidad y de sus diversas manifestaciones, aunque a veces lo pudiera parecer, sino más bien ese tipo de sabidurÃa más oscura, pero no menos iluminadora, que recibimos a través de la emoción. Sabe César Simón que el misterio del ser está más allá del entendimiento intelectual y por eso trata de acercarse y acercarnos a él a través de intuiciones. Su procedimiento no es el análisis, sino el olfato, la atención siempre despierta; más contemplativo que metafÃsico, no busca certezas, sino intensidades.